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Barí Bioyi Inskira, mujeres por la pervivencia de su pueblo

Las mujeres Barí de la comunidad Karikachaboquira, en el resguardo Catalaura, se organizaron para ganar Autonomía económica y para luchar por la pervivencia de saberes ancestrales, esta es su historia.

La verdad para no repetir la historia

Los excombatientes de las FARC firmaron la paz y le apuestan a sus procesos de reincorporación, saber que la guerra fue entre colombianos les llevó a entender que era absurda, contar la verdad de lo que pasó servirá para sanar las heridas y no repetir lo que pasó. La verdad es confianza, es la garantía para que se construyan lazos de convivencia que permitan un ambiente de paz, el perdón y la reconciliación son el complemento de la verdad, sin verdad no hay paz. Decir la verdad es generar las reflexiones y preguntarse: ¿por qué paso? Lo más importante de aclarar los hechos es entender la magnitud de lo que significaron y ver que no se puede volver a repetir.

Diálogo + Naturaleza = PAZ

Es tal la belleza del Catatumbo que pese a las dificultades y al abandono estatal, sus habitantes logran disfrutar de un regalo maravilloso, la naturaleza. Los verdes campos y las impresionantes figuras que dibujan sus montañas son testigos de la conexión del ser humano y la naturaleza. El catatumbero es trabajador, es un ser alegre y espiritual que siempre encuentra esperanza pese a los problemas. Vislumbrar la luz en la penumbra siempre será un acto de Resiliencia y humildad. Eso abunda en el Catatumbo.

El silencio mata, el perdón sana

El conflicto armado en el Catatumbo dejó miles de víctimas, incontables cicatrices y lesiones en los cuerpos de algunos de sus habitantes. Una guerra absurda que enfrentó a las comunidades más pobres y que marcó la historia de generaciones de colombianos. Gracias al Acuerdo de Final, los excombatientes de las Farc, hoy en la vida civil, pueden recordar el dolor de la guerra en un hecho de reconocimiento, entendiendo que las heridas demorarán en sanar.

La historia de Colombia le tendrá que conceder el puesto que se merecen las víctimas. Esas personas que vieron desde sus casas los enfrentamientos armados, que callaron lo que veían por miedo, que se desplazaron a otros municipios para sobrevivir, huyendo de las balas. Esas víctimas que sufrieron los peores vejámenes de la guerra no quieren callar, saben que el silencio puede ser la peor condena.