Asociación de Jóvenes Cultivadores de Paz, una alianza para transformar el Catatumbo

Luis Espinel es un líder juvenil del municipio de Sardinata, junto a otros amigos han creado la primera asociación de jóvenes del municipio. Todos sus esfuerzos están puestos en vencer los cultivos de uso ilícito y en la mediación para la resolución pacífica de conflictos.

Todos los días me levanto a trabajar a las cinco y diez de la mañana, salgo a darle comida a los pollos, lavo el piso del corral de los cerdos, les pongo comida, reviso los animales uno a uno, me fijo en que no estén enfermos. Todo eso que debería hacer cualquier técnico. Al fondo casi siempre grita mi nona: «ya empezó usted con sus chucherías».

Después, me baño, me tomo un tintico y me como el desayuno. Después me voy a trabajar en el cacao y el plátano. Hay otros días en los que me voy para donde algún vecino porque truequeamos el trabajo, un día yo les ayudo y otro día ellos me ayudan, depende del día o de la necesidad. A las 11:30 voy hasta mi casa para almorzar, descanso hasta la una. Luego, trabajo hasta las 4 y vuelvo a la casa a rajar leña para llevarla a la cocina. En la casa vivimos mi papá, mi mamá, una de mis hermanas y yo, porque la otra ya se casó. Cuando el sol empieza a caer me siento a estudiar, hago cuarto semestre de Ingeniería Agronómica, le dedico dos o tres horas a la universidad todos los días. Mi sueño es continuar aportando al territorio hasta que logremos verlo libre de cultivos de uso ilícito.

Soy Luis Antonio Espinel Pérez, nací en el corregimiento de Las Mercedes, pasé mi infancia aquí, estudié la primaria en una vereda cercana al pueblo. Después, por causa de la violencia, me tocó venir a vivir al casco urbano y aquí hice sexto y séptimo, pero las amenazas continuaron, uno de los grupos armados quería reclutarnos, entonces me fui para Ocaña. En esa ciudad hice octavo y después de estar un año afuera decidí regresar, mi familia me hacía mucha falta.

Cuando regresé de Ocaña inicié junto a un grupo de amigos un colectivo aquí en la parroquia que se llamó “Jomerlu”, ahí empecé el proceso de liderazgo juvenil, en ese grupo nos reuníamos con una de las hermanas para procesos culturales en coplas y danzas. Fuimos a Tibú tres veces, en ese entonces se hacían las Olimpiadas por la vida, la cultura y la paz. El grupo de Las Mercedes fue el primero que ganó las olimpiadas. Ganamos en coplas, en teatro, en danzas, en natación y otras, ya en las segundas olimpiadas nos ganaron los barí. Después, muchos se fueron a estudiar a la ciudad y el grupo se fue disolviendo hasta que quedamos seis.

Dos años después, algunos de los compañeros empezaron a decir que no dejáramos botado todo el trabajo que habíamos hecho, ahí empezamos a reunirnos de nuevo y desde entonces nos llamamos Jomerlupaz, Jóvenes luchadores mercedeños por la paz, desde ese momento el colectivo empezó a crecer para hacer danzas y coplas. Antes, Las Mercedes tenía esas dos expresiones mezcladas en un baile que se llama El Pato Terciao, en el que bailan música carranga, en un momento paran y empiezan a echarse coplas. Fuimos agarrando fuerza con ese baile, viajamos a Tibú, El Tarra, Cúcuta, un movimiento muy fuerte en toda la parte cultural.

Tiempo después participamos en la Red de Jóvenes del Catatumbo y ahí ganamos mucha más experiencia con el liderazgo, estuvimos en Bogotá, trajeron talleristas de otros países y empezamos a crecer. De eso ya hace como 5 años y para ese entonces éramos 14 jóvenes. Después de un tiempo de trabajo, junto a otras organizaciones y la Pastoral Social, transformamos el colectivo en la Asociación de Jóvenes Cultivadores de Paz, hace 4 años la constituimos legalmente con Cámara y Comercio, fuimos la primera asociación del municipio de Sardinata y somos actualmente la única Asociación de jóvenes.

Una de las primeras iniciativas que tuvimos fue la creación de unos helados de yuca de aquí de Las Mercedes, la verdad ganaron mucha fama en el municipio. Habíamos hecho tres tipos de helado: el casero normal del vasito, helado de crema y paletas. Los vendíamos aquí en el corregimiento, teníamos un presupuesto de $1’100 000 en unos tanques y se fue la luz como 15 días y se nos dañó todo. Aquí tenemos ese problema, cada vez que hace invierno se cae la luz. Usted va a creer que ahí termina todo, pero los catatumberos no nos rendimos, después de eso empecé a estudiar una técnica en Sistemas Agropecuarios y Agroecológicos con el Sena, la verdad me gusta mucho el campo, eso fue entre 2017 y 2018, ya soy técnico en Sistemas Agropecuarios.

En la asociación continuamos trabajando alrededor de 18 jóvenes en procesos de liderazgo y mediación de conflictos. Para el próximo año, nuestro anhelo es tener una casa juvenil porque en Las Mercedes no hay un sitio de reunión para los jóvenes, queremos generar espacios que brinden alternativas al conflicto y a la coca. Una casa con salón de danza, una sala de música, un espacio para una biblioteca, en resumen, una casa cultural.

Como muchos de mis compañeros, vengo de una familia campesina, mi papá es un agricultor que ha apostado por una finca cacaotera y de quien he aprendido mucho. Aquí hay mucha gente luchadora, soñadora y trabajadora que vale la pena, queremos romper todos los estigmas que se han creado con los campesinos del Catatumbo, mucha gente muy valiosa ha tenido que irse por la violencia, se van a trabajar a otros lados, llevan sus fortalezas para transformar otros territorios. Yo quiero quedarme aquí, ser presidente de la junta porque siento que en mi vereda todavía hay mucho trabajo que hacer, aunque en los últimos cinco años se ha trabajado muy fuerte para sustituir los cultivos ilícitos y creo que ese camino se ha ido ganando. Mi sueño es tratar de transformar al menos mi vereda, para que en el Catatumbo veamos que sí se pueden cambiar los cultivos de uso ilícito a unos legales. Somos generaciones marcadas por la guerra, pero seguimos luchando por un territorio en paz.

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Autores

Ángela Martin Laiton

Editora

Soy periodista graduada de la Universidad Santo Tomás en Bogotá, hice una especialización en
periodismo narrativo en la Fundación Tomás Eloy Martínez de Buenos Aires y en esa misma ciudad
cursé la maestría de Literaturas de América Latina en la Universidad Nacional de San Martín. Me
gustan las crónicas, los perfiles, que la gente me cuente sus historias o espiarlas en las
conversaciones ajenas de los buses y cafés.